martes, 6 de febrero de 2024

Febrero, 06

         Ultimamente he sentido que las pastillas no me han hecho efecto. He sentido demasiadas emociones transitar mi cuerpo como si fuese una autopista con carros que no tienen freno, y eso me agota. Trato de mantener mi cuerpo ocupado para que mi mente no naufrague entre tanto pensamiento sin fin. 

Todo lo que mi cuerpo interpreta como una pérdida, es demasiado duro para mi alma de sobrellevar. El luto puede costarme años, perderse a sí mismo y estar en constante búsqueda de un yo nuevo que entienda que ya no puede mantenerse igual me ha sido difícil. Hay algo que extraño, que me ha dado una felicidad auténtica que no he sentido en otro lado. Y aún no identifico qué es precisamente eso que extraño de lo que extraño. Es como si viviera un ciclo interminable de dolores que van y vuelven como marejadas. Al menos ya no me castigo por ello. Sin embargo, aceptar que convivo desde siempre con estos dolores y con la facultad de sobreponerme a ello, ha sido lo que más me ha cansado. Hubiese deseado no doler, ya sabes, doler lo normal, ir y venir con los embates que da la vida y luego sacudirse el polvo de las rodillas y seguir avanzando. 

Pero me tocó doler, me tocó vivir a flor de piel todo lo que siento y estar navegando oleajes tempestuosos de tristeza, de amor, de furia, de melancolía. Yo no sé lo que es sentir a medias, y a medias, duras penas, sobrevivo a días así, donde respirar es todo lo que puedo hacer. 

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